
Trono de la bestia
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Rodeado por rugidos que no suenan, el personaje central permanece en calma. Los jaguares no lo amenazan: lo coronan. En esta escena suspendida entre lo místico y lo salvaje, se nos presenta un símbolo del dominio interior, del poder que no necesita alzarse para hacerse sentir.
Trono de la bestia es una obra que explora la relación entre el ser humano y su fuerza animal, entre lo sagrado y lo instintivo. Cada fiera es un espejo emocional, un rugido contenido, una parte de la sombra que ha sido integrada y no negada.
El personaje que mira al espectador no busca aprobación: ya ha encontrado su centro. Y desde ese lugar, se sienta no sobre una silla, sino sobre el respeto de las fuerzas que ha conocido por dentro.
Una pieza ceremonial, poética y profundamente simbólica.